A continuación una carta real, que fué  enviada a un banco por una Señora de 86 años.
Al parecer, el gerente del  banco pensó que era lo suficientemente divertida para hacerla publicar en el New  York Times.
Muy señor mío:
 Le escribo para darle las gracias por haber  rechazado el cheque que libré para pagarle a mi plomero. Según mis cálculos,  deben haber transcurrido tres nanosegundos entre la presentación de su cheque y  la llegada a mi cuenta de los fondos necesarios para cubrir su pago.  Me
refiero, por supuesto, al depósito automático mensual de mi pensión  completa, un arreglo que, lo admito, ha estado en vigor durante sólo ocho años.  Esos tres nanosegundos fueron suficientes para hacer un débito en mi cuenta por  U$S 30 en concepto de sanción por las molestias causadas a su banco. El  agradecimiento que ahora expreso nace porque este incidente me ha hecho repensar  mis errantes procedimientos financieros y bancarios. 
Me di cuenta de  que, si bien yo personalmente contesto todas las llamadas telefónicas y cartas  de su banco, cuando yo trato de contactarlos me enfrento a lo impersonal, a una  sobrecarga de frases pre-grabadas, encuentro una entidad sin rostro, que es en  lo que su banco se ha convertido. A partir de ahora, yo, como usted, elijo sólo  hacer frente a una persona de carne y hueso. Los pagos de mi hipoteca y de mi  tarjeta de crédito, entonces, en adelante ya no se harán por débito automático.  Llegarán a su banco cheques en un sobre, dirigido personalmente y en forma  confidencial a un empleado de su banco que usted debe nombrar a la brevedad.  Tenga en cuenta que abrir un sobre dirigido a otra persona se trata de un  delito, con arreglo a la Ley Postal. Adjunto un juego de formularios que su  empleado elegido deberá completar. Lamento que requiera ocho páginas pero, como  Ud. comprenderá, necesito saber tanto de él o ella como su banco sabe acerca de  mí. No hay otra alternativa. Tenga en cuenta que todas las copias de su  historial médico deben ser refrendadas por un Notario Público, y los datos  obligatorios sobre su situación financiera (ingresos, deudas, activos y pasivos)  deben ser acompañados de pruebas documentales. A su debido tiempo, a mi  conveniencia, proporcionaré a su empleado un número PIN que él/ella debe citar  para tratar conmigo. Lamento que no puede ser inferior a 28 dígitos, pero, de  nuevo, me he inspirado en el número de botones que me requieren a mí para  acceder a mi cuenta en vuestro servicio phone banking. Como se suele decir, la  imitación es la forma más sincera de adulación. Por eso, permítame nivelar el  terreno de juego aún más.  Cuando me llamen, pulsen los botones de la  siguiente manera: 
Inmediatamente después de discar mi número de teléfono,  presione * para conversar en inglés. 
A continuación, pulse:
# 1. Para  hacer una cita conmigo.
# 2. Para consultar sobre algún pago faltante. 
#  3. Para transferir la llamada a la sala de mi casa en caso de que yo esté allí.  
# 4. Para transferir la llamada a mi habitación en caso de que esté  durmiendo 
# 5. Para transferir la llamada a mi baño en caso de que esté  atendiendo a la naturaleza. 
# 6. Para transferir la llamada a mi teléfono  móvil si no estoy en casa 
# 7. Para dejar un mensaje en mi ordenador. En  este caso, una contraseña será necesaria. La contraseña será comunicada a su  empleado una vez que haya cumplido los requisitos ya descriptos. 
# 8. Para  volver al menú principal y escuchar nuevamente las opciones 1 a 7.
# 9. Para  presentar una queja o una pregunta general. En este caso, el contacto quedará en  suspenso, a la espera de mi atención. Si bien esto puede, en ocasiones,  ocasionar una larga espera, escuchará música mientras dure la  llamada.
Lamentablemente, pero de nuevo siguiendo su ejemplo, comunícole  que también deberé cobrar una tarifa afines de sostener el funcionamiento de  estas nuevas disposiciones.
  
 Su humilde cliente. 
Y recuerde: no haga  que la gente vieja se vuelva loca.
 No nos gusta estar viejos, por lo que no  hace falta mucho para irritarnos.
 
 
 Verdad que a veces provoca escribir una carta asi a  nuestros banqueros
  
 Saludos
IS
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El  pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista  ajusta las velas. 
WILLIAM G. WARD – (1812 – 1882) - Escritor y teólogo  inglés.
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